CULTURA
Novela Gráfica

María Hesse: "El miedo es el motor del mundo en todos los niveles, la religión lo ha utilizado mucho para controlarnos igual que hoy la política"

La ilustradora onubense intercala sus dibujos con textos ficcionados sobre sus traumas y los de su círculo íntimo en su obra 'El miedo'

Una de las ilustraciones incluidas en 'El miedo'
Una de las ilustraciones incluidas en 'El miedo'María Hesse
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María Hesse (Huelva, 1982) empezó en 2020, aún sin saber que entre medias le aguardaba una pandemia y un embarazo, a plasmar sobre un folio los temores de toda una vida. Como un simple «desahogo», sin otra expectativa que construir «un refugio» a través de su «medio de expresión natural», la ilustración, en forma de mujeres desnudas frente al bosque. Hasta que esas escenas cayeron en manos de su editora y cuatro años después, junto a un relato ficcionado construido con experiencias propias y de su círculo de confianza y a fragmentos de poemas de Alejandra Pizarnik, Raymond Carver o Anne Sexton, han acabado tejiendo la novela gráfica El miedo (Lumen, 2024).

«Es fuerte porque necesité terapia para ser consciente de lo que me estaba pasando, para enfrentarme a cosas que no quieres mirar porque no sabes si te van a aplastar más todavía o vas a ser capaz de salir adelante». Entre ellas, el bullying en la escuela, la violencia psicológica en la pareja o el miedo a la maternidad. «Y el miedo a la vejez, por ejemplo, aunque el aspecto físico-estético me da más igual. Últimamente pienso mucho en eso, en el fin de la vida, en el deterioro porque ahora que soy madre veo que el tiempo pasa muy rápido y me aterra saber que no estoy lejos de llegar ahí. Supongo que hay miedos que no se terminan de ir, que son cíclicos, que parece que están dormidos y que de repente te atrapan».
Porque, sin pretenderlo, la maternidad ha acabado impregnando todo en la vida de la ilustradora. Salvo este libro concebido en su totalidad antes del parto. «Todo cambia, tu preocupación principal ya no eres solo tú. Está tu hijo y esa sensación de no morir para no faltarle, vives más preocupada por las cosas que le puedan pasar a él que por las tuyas. También empiezas a relativizar cosas que ya no son importantes, incluso son ridículas, pero hay miedos que crecen muchísimo, sobre todo si pueden repercutir en su bienestar. Ahora estoy descubriendo cómo cambia la forma de trabajar, estoy debutando en la maternidad descubriéndome en todas mis facetas. Es imposible ahora definir los cambios reales, pero la falta de tiempo lo condiciona todo».

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Pero precisamente este libro cierra con el miedo a la maternidad y cómo la sociedad empuja a las mujeres a ella.
Y sigue, porque hay mucha presión, una presión brutal con esa pregunta de por qué no te animas a ser madre. Es una pregunta muy indiscreta y dolorosa porque a lo mejor esa mujer quiere ser madre y no puede. Es cierto que ahora las mujeres hemos conseguido tener una vida llena en muchos sentidos y ahí plantearse ser madre también es difícil. Estás en un vida que te satisface, te llena y tener un hijo te la corta porque a día de hoy todavía la carga pesada de los cuidados es nuestra y eso aún genera más dudas. Ahora mismo tardamos mucho en asentarnos, en tener unas condiciones dignas y cuando lo has conseguido lo pierdes por la maternidad.
¿Lo vincula a la precariedad?
Hay una cuestión evidente de precariedad, pero también de edad y de no necesitar llenar huecos. Quiero decir que las mujeres hemos llegado a la conclusión de que podíamos ser felices sin ser madres, que no nos hacía más mujeres... A mí me pasó, siempre había querido ser madre y de repente me di cuenta de que no lo necesitaba y que me gustaba la vida tal cual la tenía. Y ahí tomar la decisión es complicado porque una vez tomas esa decisión no hay marcha atrás.


Aún así, finalmente, la tomó. Aunque eso tampoco impide que las dudas sobre el aborto tengan un espacio entre los pensamientos plasmados por la ilustradora onubense. «Es que cuando se habla de las dudas y del tema del aborto parece que se tiene que hablar solamente del previo, pero tú puedes haber tomado una decisión y que aún así tengas la sensación de que no has tomado la mejor decisión para tu vida. Ese miedo a que no haya marcha atrás creo que es común porque parece que cuando te has quedado embarazada lo tienes que celebrar. Lo he hablado con amigas y madres y el miedo está hasta cuando has parido. A lo mejor has tenido un embarazo muy feliz, pero cuando nace tu bebé y te enfrentas a ello dices 'ostras'. Y no hace falta una depresión postparto, puede ser que la maternidad no fuera lo que pensabas o lo que te habían contado».


Como tampoco lo es, en muchos casos, la etapa escolar, dulcificada en el imaginario colectivo y traumática en algunos de los individuales. Especialmente entre quienes no integraban el grupo de los populares y, sobre todo en el género femenino, eran la «rara», la «loca» o indistintamente ambas. «Ahora me río, pero loca es una palabra para desacreditarnos y callarnos. Pueden llamármelo, pero no me invalida, ahora no me voy a callar y me voy a reapropiar de un término que era despectivo para tantas mujeres.

Cuando ha tenido que mirar a esa María niña para este libro, ¿qué ha sentido?
Ternura y luego admiración porque, aunque pensaba que no, esa María no hizo un esfuerzo por encajar dentro del grupo. A día de hoy valoro mucho el no dejarse llevar por la inercia colectiva. Ahora la veo en niños y niñas. Esa inercia es muy tradicional porque vas al colegio y solo en la entrada, no te hace falta estar en el aula, ves unos roles patriarcales todavía muy marcados. A mí me cae bien la gente que no se esfuerza por encajar en lo colectivo.
Eso es fácil decirlo con los años, pero ¿en aquel momento realmente lo vivía así?
De niña quieres encajar, pero a mí no me salía y tampoco hacía el esfuerzo. Recuerdo que, cuando acababa el verano, pensaba que ese año iba a hacer tal o cual, pero nunca lo hacía. Claro que uno no quiere ser el marginado, quiere que le traten bien. Aunque no te importe pertenecer a un grupo pequeñito, todo el mundo quiere que lo traten bien, pero si no te sale...
¿El miedo ha sido en parte el motor de su vida?
El miedo es el motor del mundo en todos los niveles y no tiene por qué ser necesariamente malo. La religión ha utilizado mucho el miedo para controlarnos, igual que hoy lo hace la política, pero también es un mecanismo de defensa. Por otro lado, es una herramienta de dominación para meterte en la rueda del capitalismo: miedo a no sentirte realizado en un trabajo que te llene, a tener millones de objetivos que te hagan más feliz... Te meten miedo para todo.
La ilustradora María Hesse, autora de 'El miedo'
La ilustradora María Hesse, autora de 'El miedo'Sergio Enríquez-Nistal

Y, a una mitad de la sociedad, de nuevo la femenina, esos miedos no se le aminoran con los años; se transforman en dudas, con el futuro laboral revestido de pura incógnita. «El otro día me hicieron un comentario en redes de que era joven y no me enteraba de nada. Tengo 42 años y me da igual que me llamen joven o señora, aunque me considero más señora, pero ese uso despectivo de la palabra joven... Y cuando pasas a señora ya te has quedado obsoleta porque no estás en lo que hay que estar. Eso no le pasa a los hombres, que cuantos más años parece que más sabiduría, más atractivo y más solidez, mientras nosotras vivimos siempre en un punto indefinido. A las mujeres se nos menosprecia por un lado o por otro».

¿Diría que se les ha privado de poder disfrutar del éxito en sus profesiones?
Luego mucho interés en que seamos madres, pero cuando lo somos también se nos aparta porque nuestro cometido está dentro de casa, cuidando a nuestros hijos, queramos o no hacerlo. La conciliación a día de hoy sigue siendo ciencia ficción, nosotras acabamos renunciando a mucho tiempo para el cuidado y eso todavía nos lo pone muy difícil.