HISTORIAS
¿Esto qué pinta aquí? (I)

Las tres vidas del Mazinger Z gigante de Mas del Plata: "Si no fuera por él, esto estaría muerto"

La colosal réplica del robot japonés, la mayor del mundo, empezó siendo reclamo inmobiliario, sobrevivió a duras penas como icono nostálgico y hoy es una atracción turística de la Cataluña interior con 200.000 visitas anuales

Rafael Simarro se hace un selfi frente a la réplica tras recorrer 200 kilómetros en moto.
Rafael Simarro se hace un selfi frente a la réplica tras recorrer 200 kilómetros en moto.
PREMIUM
Actualizado

Adriana se arrima con la mezcla de expectación y familiaridad de quien se reencuentra por fin con un viejo amigo. Rafael coloca el móvil en el paloselfi después de haber recorrido casi 200 kilómetros. Enrique, Rosa y Carlos observan el revuelo diario desde la sombra. Valentín confiesa que estuvo a punto de no comprar su chalé precisamente por culpa de tan peculiares vistas. Jose y Carmen se miran con emoción cuando recuerdan todo lo que hizo Antonio...

Es martes y pleno verano en la urbanización Mas del Plata, perteneciente al municipio de Cabra del Camp (Tarragona). Varias personas de procedencia y edades diversas coinciden justo antes del mediodía en el rincón más emblemático del complejo residencial: un claro entre pinos en el que se alza como un Pirulí de colorines una réplica gigante de Mazinger Z, el robot que a finales de los años 70 brincó del tebeo a la televisión nipona. Y de ahí, directamente a la memoria sentimental de miles de niños de todo el planeta. Esos que, hoy ya en la cincuentena o más, todavía se emocionan cuando escuchan un grito de guerra: "¡Puños fuera!".

"Me acuerdo de los muñequitos que veía los sábados por la tele", confirma la colombiana Adriana Martínez enfrente de la versión XL del superhéroe creado por el mangaka Go Nagai. "Su gesto es de poderío", comenta sobre su silueta con los brazos al cielo, en plan Rocky Balboa tras noquear a Apollo Creed. "Sin embargo, la violencia que transmitía la serie de animación era en defensa del inocente. Hablaba de sobrevivir sin llevarse a nadie por delante y de hacer prevalecer la paz, como aclaraba la canción introductoria. Nada que ver con la violencia estúpida de ahora", especifica recién llegada desde Andalucía para visitar a su hija, residente en Mas del Plata y mazingera de última generación. "Yo no he visto los dibujos animados, aunque sí he buscado imágenes suyas en internet", interviene la aludida, Lizeth Bermúdez, de 26 años. "Mi esposo es de aquí y él sí conocía el robot. De hecho, nos casamos el año pasado y vinimos a hacernos el retrato de boda aquí delante, porque es lo más icónico que tenemos".

Para saber más

Hay pueblos orgullosos de su iglesia del año catapún y ciudades que presumen de la obra de un arquitecto con premio Pritzker. Cabra del Camp tiene una escultura fabricada en fibra de vidrio de más de 10 metros de altura: la más antigua y de mayor tamaño construida del gran referente del género mecha. La que convirtió a otras réplicas repartidas por Japón y Hong Kong en miniaturas de chiste. La que es tan popular que tiene su propio corto en YouTube (Mi nombre es Koji). La que compite en Google Maps con el toro de Osborne y otras megaesculturas ibéricas que iremos presentando en próximas entregas ahora que se cuelan en el retrovisor de las vacaciones en coche del españolito.

El artista cordobés Miguel Ángel Moreno Carretero las estudió a fondo en su ensayo Mecanismos inconscientes del horizonte (Scarpia). Se trata de artefactos instalados en glorietas, arcenes y márgenes del tráfico. Pero también piezas que, a su manera, se han convertido en fascinantes iconos contemporáneos y en diapositivas secretas del escapismo veraniego. ¿Es la ruta de las sillas de Castellón una postal de la economía/sociología local? ¿A quién se le ocurrió montar un pavo real con señales, conos y una excavadora vieja en Jaén? ¿Por qué hay un tomate gigante en Miajadas?

Moreno Carretero, hijo de camionero y observador incansable de los límites del paisaje tras acompañar a su padre durante más de una década en largos viajes por carretera, no ha sido el único que ha prestado atención recientemente a estos hitos. El proyecto Nación rotonda, impulsado por los ingenieros Miguel Álvarez, Esteban García y Rafael Trapiello y el arquitecto Guillermo Trapiello, documentó entre 2013 y 2016 los desastres urbanísticos y las edificaciones abandonadas tras el reventón de la burbuja inmobiliaria. De aquellas áreas ajenas al interés tanto de conductores como de transeúntes solían llamar la atención lo absurdo de su planificación y sus desproporcionadas dimensiones.

"La gente no se espera que sea tan alto", subraya Carlos Jiménez, camarero del local que ofrece tapas y refrescos frente al robot desde el reacondicionamiento de su casa hace casi dos años y medio (hoy el recinto dispone de bar con terraza, aseos públicos, parque infantil con tirolina, papeleras, vallas y cámaras de vigilancia). "La primera vez que lo vi hace veintipico años me quedé pasmao'" admite Enrique García, gerente del negocio. "Vienen hasta aquí sólo por el 'muñeco'", confirma Rosa Jiménez, su mujer, con el delantal puesto. "Si no fuera por él, esto estaría muerto", coincide Carlos.

Hay que pensar en esas películas caseras de ciencia ficción en las que un pterodáctilo de goma destruye una ciudad levantada con rulos de papel higiénico para hacerse una idea de la escala del Mazinger Z catalán, tal es la pequeñez que provoca en cualquier visitante. Hablamos de una escultura que mide tanto como un edificio de cuatro plantas. La analogía inmobiliaria puede parecer caprichosa, pero no lo es en absoluto. Fue en 1979 cuando la constructora Fonts Caldetes decidió usar el tirón del robot como reclamo para la venta de terrenos. ¿Cómo? Comprando los derechos de la serie y organizando concursos infantiles de dibujo en escuelas del extrarradio de Barcelona que tenían como premio un viaje en bus para ver al robot in situ. Allí la promotora se las ingeniaba para seducir a los padres de la chavalería para que comprasen un solar y edificasen una vivienda.

"Era un proyecto con más de 1.000 parcelas y 18.000 kilómetros de calles", contextualiza Andreu Ferré, concejal de Hacienda y Seguridad Ciudadana, en el ayuntamiento de Cabra del Camp (gobernado por Junts). La promotora tuvo problemas, se extinguió y los vecinos quedaron desamparados hasta que el consistorio tuvo que hacerse cargo de sacar la obra adelante por fases. De ahí el estado de abandono que sufrió el autómata durante años, cuando perdió su característico brillo pop e incluso fue diana del vandalismo.

Valentín Sánchez, vecino de la urbanización Mas del Plata desde hace tres décadas, posa delante de Mazinger Z.
Valentín Sánchez, vecino de la urbanización Mas del Plata desde hace tres décadas, posa delante de Mazinger Z.

"Antes venía la gente por la noche a tirarle piedras y hacer trompos con las motos. Salía mi padre y se enfrentaba con aquellos gamberros hasta que le tuve que decir que lo dejara, que nos iban a acabar tirando piedras a nosotros también", recuerda José Heredia junto a su madre Carmen en uno de los chalés más cercanos a la escultura. "También se produjo un accidente y mi padre y un vecino tuvieron que sellar el acceso que tenía en la parte trasera de su pierna derecha, porque la gente subía por las escaleras que tiene dentro. Si esto hoy todavía está en pie es gracias a mi padre. Él también decía hace ya 20 o 25 años que tenían que ponerle una cerca. Pobrecito, no ha llegado a verlo...", se emociona.

Valentín Sánchez tiene 86 años, ve al Mazinger desde la ventana de su salón y fue el otro residente de Mas del Plata que evitó que el destrozo fuera mayor. "Los críos se lo hubieran cargado a pedrás. Cogimos el vecino de abajo y yo un saco de cemento y lo tapiamos porque aquello era un peligro", comenta mientras señala la cicatriz con forma de cuadrado en el gemelo del mamotreto. Recuerda que cuando llegó a la urbanización hace tres décadas para comprar y se encontró cara a cara con el robot tuvo dudas. "Me pareció algo extraño... Hoy estoy encantado de vivir aquí, la verdad. La prueba es que tengo un piso en Sant Boi y siempre estoy en el chalé con mi señora", admite.

-Y si un 'mazingero' le ofreciera una millonada por él, ¿se lo vendería?

-Mira, mis hijos no hacen nada más que decirme que por qué no me voy para Barcelona. El carné de conducir me lo acaban de renovar por un año. Así que, mientras me lo sigan dando, yo de aquí no me muevo.

Enrique García y Rosa Jiménez muestran una foto de la instalación de la escultura y un casco de Mazinger en el bar abierto en el recinto.
Enrique García y Rosa Jiménez muestran una foto de la instalación de la escultura y un casco de Mazinger en el bar abierto en el recinto.

Fue el entonces alcalde Miguel Castañón quien se dio cuenta de que había que 'resucitar' al colosal fetiche. De la mano de Carlos Chardí y José Luna, representantes de la Asociación de Amigos de Mazinger Z, logró revertir el deterioro y relanzarlo como meca retro. Incluso consiguieron llevar hasta allí a Alfredo Garrido, el hombre que había compuesto y cantado la canción española de la serie, a quien dedicaron una placa a la entrada del recinto.
200.000 visitas anuales -el doble que el Museo Nacional de Artes Decorativas- calcula el consistorio local que recibe actualmente su vecino más popular.

"Cualquier ruta que se plantee por la zona, pasa por visitar al Mazinger", reconoce el concejal Ferré. "Aquí vienen moteros a punta pala", añade Valentín. Por algún motivo equidistante entre la mecánica y la metafísica, la escultura se ha convertido en fetiche para los aficionados a las dos ruedas motorizadas, que peregrinan hasta sus piernas con propulsión para bautizar sus vehículos o participar en quedadas. Un doble panel atestado de pegatinas de clubes ejerce de libro de visitas. Rafael Simarro, de 55 años, ha venido desde Castellón en su Benelli 502. "Era una deuda pendiente", indica antes de hacerse el retrato de rigor con su smartphone.

También el bar de Enrique y Rosa desborda memorabilia, camino de convertirse casi en santuario. "Son detallitos que va trayendo la gente que viene de Murcia, Ciudad Real, Madrid... Motoristas, ciclistas, aficionados al tuning, familias con niños... Hace unos meses vinieron un par de autocares de japoneses de vacaciones para echarle fotos", apunta el gerente. A la vista de la clientela está la foto de los nueve vecinos que se subieron al andamio durante la instalación de la réplica y un casco de Mazinger que sobrevivió a un pasado carnaval y hoy corona la cafetera. En la carta del local todavía no hay ningún plato con rayos gamma ni alusiones más directas a la criatura del Instituto de Investigaciones Fotoatómicas.

"Su presencia no aporta un retorno económico como tal, porque en la urbanización no hay comercio. La riqueza que genera es simbólica, tiene que ver con la visibilidad", acota Ferré, que comenta que en un encuentro independentista llegaron a colgarle una estelada al robot.

A saber lo que habría opinado de eso su creador, el profesor Juzo Kabuto.